Al considerar la realización de la catequesis matrimonial durante los meses previos al matrimonio —una práctica aún muy común en muchas parroquias—, podríamos pensar que dicha catequesis corresponde a la etapa de preparación inmediata, según la clasificación propuesta por la Iglesia. Para discernir si esto es correcto, es necesario comprender bien cuáles son las etapas.
La preparación próxima es la fase en la cual los novios deben profundizar en el conocimiento del sacramento del Matrimonio para realizar un auténtico discernimiento. Esta etapa indica cercanía, pero no implica aún la certeza de que el matrimonio se concretará.El reciente documento Itinerarios Catecumenales para la Vida Matrimonial (ICVM) subraya que se trata del momento de la “decisión final”:
“El objetivo específico de esta etapa es finalizar el discernimiento de cada pareja sobre su vocación matrimonial. Esto puede llevar a la decisión libre, responsable y meditada de contraer matrimonio, o puede llevar a la decisión igualmente libre y meditada de terminar la relación y no casarse.”(ICVM, 55)
Para dejar aún más claro que esta fase debe ser el fundamento del discernimiento, el mismo documento indica que la preparación próxima debe anteceder la decisión de contraer matrimonio y los preparativos para la boda, es decir, el compromisoo formal:
“59. Al final de esta etapa, y como señal de entrada en la siguiente etapa de preparación inmediata, podría tener lugar el rito del compromiso.” (ICVM, 59)
Esta preparación consiste en momentos de formación doctrinal, pero también en un acompañamiento cercano a las parejas, con la promoción de la oración y de una vida de fe vivida. Se trata, según el ICVM (Itinerario Catecumenal para la Vida Matrimonial), de uno de los itinerarios catecumenales, es decir, un verdadero camino catequético. Como toda catequesis, su finalidad principal es la instrucción para el discernimiento, o sea, el conocimiento necesario para una elección consciente.
Por tanto, la catequesis matrimonial se enmarca claramente en la etapa próxima, comprendida también como la “preparación personal para contraer matrimonio”, conforme al Canon 1063, §2 del Código de Derecho Canónico. Es, por lo tanto, un momento necesario, si no imprescindible.
La etapa siguiente a esta, la inmediata, no se enfoca ya en el discernimiento, sino en el tiempo del compromiso, es decir, en la preparación para el matrimonio. En ella, pueden tratarse aspectos doctrinales, morales y espirituales, pero a modo de recordatorio. El objetivo principal es prepararse espiritualmente para la celebración del sacramento del matrimonio, lo cual puede realizarse mediante momentos de oración, retiros, confesión, preparación litúrgica, entre otros. El ICVM (Itinerario Catecumenal para la Vida Matrimonial) es muy claro y concreto en sus definiciones; por ello, transcribo aquí tres de sus párrafos pertenecientes a la sección sobre la preparación inmediata:
- Con vistas a la celebración del matrimonio, se debe procurar que los novios participen en la elección de las lecturas de la misa y, si es necesario, también en las opciones previstas para otras partes del rito (por ejemplo, las diversas modalidades del rito de entrada, el momento de la bendición nupcial, las formas de oración de los fieles, los himnos, etc.). Un aspecto que hay que subrayar aún más es la conciencia de una nueva efusión del Espíritu Santo durante el rito nupcial, que, insertándose en el dinamismo de la gracia iniciado en el bautismo, da una nueva connotación a la caridad divina infundida en nosotros desde el mismo bautismo y que adquiere ahora los rasgos de la “caridad conyugal”. Con esta nueva efusión del Espíritu, los corazones de los cónyuges se renuevan y su amor conyugal se orienta y se transforma en un amor que tiene en sí la profundidad y la fuerza inagotable del amor divino, es decir, la “caridad conyugal”. Los santos invocados en las letanías también actúan como intercesores de esta efusión. Sería de gran ayuda para los contrayentes poder invocar a los santos/beatos casados de nuestro tiempo, que ya han vivido la experiencia de ser esposos y esposas, padres y madres, y también a los santos intercesores, que son importantes para los recién casados, para realzar la dignidad del estado de vida matrimonial en la comunidad eclesial y ayudarles a comprender la belleza y la fuerza de este sacramento en la economía de la salvación.
- Unos días antes del matrimonio, un retiro espiritual de uno o dos días será muy beneficioso. Aunque esto puede parecer poco realista, dados los numerosos compromisos debidos a la planificación de la boda, hay que decir que, en los casos en que se ha aplicado, ha demostrado tener grandes beneficios. De hecho, es precisamente el ajetreo de las muchas tareas prácticas relacionadas con la próxima celebración lo que puede distraer a los novios de lo que más importa: la celebración del sacramento y el encuentro con el Señor que viene a “habitar” su amor humano llenándolo de su amor divino. La ansiedad excesiva por las “cosas que hay que hacer” puede causar distracción y eclipsar toda la preparación espiritual que se ha llevado a cabo durante meses. En este sentido, un breve retiro en el período previo a la boda puede ayudar a volver a centrarse en lo esencial, a apartar los ojos de las cosas secundarias y dirigirlos, en cambio, hacia el Señor, que sale al encuentro de los novios y lleva a cabo la vocación a la que los ha llamado. En el caso de que un verdadero retiro fuese imposible, podría servir de alternativa un tiempo de oración más corto (por ejemplo, un encuentro vespertino, como una “vigilia de oración”). En cualquier caso, la propuesta debe tener en cuenta los compromisos concretos de la vida de las parejas en cuestión y sus posibilidades reales de poder disponer de este tiempo de retiro antes de la celebración de la boda, para no hacer inviable la propuesta.
- En el período previo a la boda – en el contexto del mencionado retiro espiritual o “vigilia de oración” o incluso en otro contexto – la celebración del sacramento de la reconciliación es de gran importancia. La experiencia demuestra que recibir el perdón de Dios – en su caso, también mediante una confesión más profunda de la vida pasada – dispone a los cónyuges mejor que cualquier otra cosa a aceptar la gracia que Dios les tiene reservada en el sacramento del matrimonio, ya que elimina los profundos sentimientos de culpa que uno “arrastra” del pasado, da paz interior, orienta el espíritu hacia la gracia y la misericordia de Dios y hacia todo lo que realmente importa, y aleja la atención de los aspectos puramente materiales de la boda. Además, la confesión con motivo del matrimonio, a veces después de años de “huir” del sacramento de la reconciliación, es para muchos un momento de retorno a la práctica sacramental. En la medida de lo posible, se podría prever también una celebración comunitaria del sacramento de la reconciliación, con la participación de las familias de origen de los novios, de los testigos y de otras personas que deseen participar, para que el don de la misericordia divina se derrame también sobre las familias de origen de los novios, siempre necesitadas de reconciliación en su interior y de ser edificadas en la comunión. De este modo, se ayudará a todos los que participen en la boda a vivir este momento con la disposición adecuada.
Con tanta claridad ofrecida por el documento, creo que no quedan dudas acerca de las diferencias entre los momentos y objetivos de la preparación inmediata y de la preparación próxima. Esta última, que ha venido recibiendo también el nombre de catequesis matrimonial y que incluye los EPVM (Encuentros de Preparación para la Vida Matrimonial), será ampliamente abordada en el libro Preguntas y Respuestas sobre la catequesis matrimonial, de Pius Editorial.