La historia San Luis y Santa Zélie, padres de Santa Teresa del Niño Jesús 

La historia San Luis y Santa Zélie padres de Santa Teresa del Niño Jesus 

Santos Luis Martin y Zélie Guérin Mantin

Los Padres de santa Teresa de Lisieux (Teresa del Niño Jesús)

En este artículo, compartimos un poco de la historia de San Luis y Santa Zélie. 

Una familia que durante su vida cotidiana y su trabajo, conocieron la confianza, el abandono y la virtud, con la comprensión clara de que el matrimonio es una “subida al cielo” y un regalo de Dios. 

San Luis dirigió un taller de relojería y Zélie una empresa de confección. El crecimiento de la empresa de Zélie y los compromisos de la educación de los hijos, en una familia numerosa, hicieron que la pareja tomara la decisión de que Luis saliera de su trabajo en la relojería, manteniendo el enfoque en la empresa de Zélie, y es ahí cuando Luis comienza a ayudar a su mujer, en el trabajo que tenía más condiciones de sostener a la familia.

Una familia numerosa

Luis y Zélie tuvieron nueve hijos, pero cuatro murieron prematuramente. Las cinco hijas fueron criadas con mucha fe y amor. De las cinco hijas, una es la gran santa patrona de las misiones, Santa Teresa de Lisieux.  Todas ellas se dedicaron a la vida religiosa. La más conocida es Teresa, santa y doctora de la Iglesia, quien junto a  Maria, Paulina y Celina, fue al Carmelo, mientras que Leonia fue para otro convento.

Padre que padeció grandes dolores

Además del dolor sufrido por Luis y Zélie con la pérdida de cuatro hijos prematuramente, Luis enfrentó la enfermedad de Zélie y la viudez, cuando su mujer tenía sólo 46 años. Quedando viudo y con cuatro hijas pequeñas.

Después, en 1887, Luis sufre su primer ataque de parálisis y el “comienzo de su largo y humillante calvario, que acabaría obligándole a ir en silla de ruedas”.

, en medio de los sufrimientos, Luis le dice a su hija, santa Teresa, en el Carmelo: “Sólo Dios puede exigir un sacrificio así, pero me ayuda tan poderosamente que, en medio de mis lágrimas, mi corazón rebosa de alegría”.

Luis murió “apaciblemente de un ataque al corazón el 29 de julio de 1894 asistido por Celina, que había aplazado su ingreso en el convento carmelita para cuidar de él”.

Milagro de canonización

Los dos milagros atribuidos a la intercesión de los esposos Luis y Zélie Martin tienen una estructura muy concreta: en ambos casos se trata de recién nacidos en estado clínico extremo, con pronóstico de muerte inminente o de daño neurológico irreversible, que experimentan una recuperación rápida, inesperada y médicamente no explicada, justo en el contexto de una súplica explícita dirigida a este matrimonio.

El primer caso es el de Pietro, nacido el 25 de mayo de 2002 en Monza, Italia. 

Poco después del nacimiento, su estado fue considerado prácticamente desesperanzador. Tras una biopsia, los médicos comunicaron a los padres que el niño probablemente viviría apenas unas horas o unos días, y les aconsejaron prepararse incluso para el funeral. El cuadro era tan crítico que los propios padres no podían tocarlo. 

Es decir, desde el punto de vista médico, había un diagnóstico objetivo de muerte inmediata. Fue en ese contexto que un fraile carmelita amigo de la familia ofreció a los padres una estampa con la imagen de Luis y Zélie Martin. A partir de entonces, no solo los padres sino también familiares, amigos y personas cercanas comenzaron a rezar específicamente pidiendo su intercesión, no de manera genérica (“Dios, sálvalo”), sino con una invocación directa a ese matrimonio concreto.

Durante varias semanas la situación de Pietro no mejoró y, a finales de junio, se agravó de modo dramático, a tal punto que los padres llegaron al hospital esperando la noticia de su muerte. 

Sin embargo, ocurrió lo contrario: esa misma noche, el niño empezó a mostrar señales de recuperación espontánea. Tres días después fue posible retirarle la asistencia ventilatoria. El director del hospital, que se decía no creyente, declaró oficialmente en el proceso canónico que el giro clínico había sido extraordinario. En otras palabras, un neonato al que se le había anticipado la muerte inmediata pasó a respirar por sí mismo y a estabilizarse de manera súbita e imprevista. Este episodio fue reconocido por la Iglesia como el milagro necesario para la beatificación de Luis y Zélie Martin.

El segundo caso es el de Carmen, nacida extremadamente prematura en Valencia, España, el 15 de octubre de 2008, con tan solo 28 semanas de gestación. 

Desde el inicio, los médicos advirtieron a los padres que se prepararan para lo peor. La niña presentaba complicaciones graves típicas de una prematuridad tan extrema: insuficiencia respiratoria, alteraciones cardiacas, infecciones y, sobre todo, una hemorragia cerebral en grado severo. 

A finales de noviembre la situación era tan crítica que los padres ya hablaban de entierro. En ese momento, el padre de la niña entró a rezar en un Carmelo; el 23 de noviembre, la priora de ese convento les entregó una oración dirigida a los esposos Martin. Hasta entonces, los padres casi no conocían quiénes eran Luis y Zélie, pero comenzaron a pedir explícitamente su intercesión por la vida de Carmen. 

Lo que siguió sorprendió incluso a los médicos. La niña fue trasladada de hospital en condiciones que humanamente parecían demasiado frágiles para soportar el cambio. Contra las expectativas, toleró el traslado, se estabilizó, y la infección que amenazaba su vida remitió. Evolucionó con rapidez suficiente como para recibir el alta el 2 de enero de 2009, algo poco común en un cuadro como el suyo. 

Sin embargo, quedaba una amenaza objetiva: la hemorragia cerebral había provocado una dilatación del cráneo, indicio de posible daño neurológico permanente, y los médicos preparaban una nueva evaluación el 19 de febrero, con la expectativa concreta de intervención quirúrgica. 

En este punto, los padres insistieron de nuevo en la misma súplica: pidieron a Luis y Zélie Martin no solo la supervivencia de la niña, sino su protección frente al daño cerebral.

Pocos días después, los estudios de imagen mostraron algo difícil de encajar en la evolución habitual de un prematuro extremo con hemorragia intracraneal severa: la hemorragia había desaparecido, quedaban únicamente cicatrices, y lo más llamativo, no se detectaron secuelas neurológicas ni motoras. 

Los médicos declararon que no disponían de una explicación adecuada para la ausencia de secuelas en un cuadro que casi siempre deja algún grado de lesión permanente. Este hecho fue aceptado por la Iglesia como un milagro atribuido a la intercesión de Luis y Zélie Martin, y se utilizó como signo decisivo para su canonización en 2015.

Hay en estos casos, tres elementos que la Iglesia considera fundamentales para hablar de “milagro”. 

Primero, la gravedad objetiva del punto de partida: 

En ambos relatos se trata de recién nacidos con pronóstico de muerte inminente o de daño cerebral irreversible, documentado por equipos médicos especializados. 

Segundo, la transformación clínica que ocurre a contramano de ese pronóstico, de forma rápida y comprobable

El bebé que debía morir en horas y pasa a respirar solo, la prematura con hemorragia cerebral grave que no solo sobrevive sino que queda sin secuelas neurológicas.

Y tercero, la invocación específica y reiterada de los mismos intercesores Luis y Zélie Martin

En un momento temporalmente cercano al cambio clínico, lo que para el proceso canónico permite atribuir la gracia a esa intercesión y no a una oración genérica. 

Estos dos casos, independientes entre sí y sometidos a análisis médico y teológico, sostienen la afirmación eclesial de que Luis y Zélie Martin no solo vivieron una santidad ejemplar, sino que continúan intercediendo de modo eficaz ante Dios a favor de quienes los invocan.

Es decir: si el testimonio de una vida matrimonial entregada, familia numerosa con apertura a la vida, vivencia marcada por virtudes concretas, en unión con Cristo en medio del sufrimiento, ya sería de por sí un fuerte indicio de santidad, el caso de Luis y Zélie Martin va más allá. No hablamos solo de unos padres que educaron a sus hijos en la fe, sino de una fecundidad espiritual extraordinaria: cinco hijas que abrazaron la vida religiosa, entre ellas una de las santas más amadas y de mayor peso doctrinal de la Iglesia moderna, santa Teresa del Niño Jesús. A eso se suma el reconocimiento, por parte de la propia Iglesia, de curaciones atribuidas a su intercesión que fueron estudiadas con criterios médico–científicos estrictos y declaradas no explicables por los conocimientos actuales.

Así, la santidad de Luis y Zélie no se presenta como una idea piadosa o una proyección emocional de la familia Martin, sino como una afirmación hecha con lenguaje preciso: Luis y Zélie son presentados por la Iglesia como verdaderos intercesores ante Dios, un matrimonio canonizado cuya vida y acción después de la muerte confirman que la vocación matrimonial, vivida plenamente, es camino real de santidad.

Este santo matrimonio viene a recordarnos que la santidad no es una idea abstracta, sino algo que se vive en casa: un matrimonio fiel, abierto a la vida y dócil a la voluntad de Dios, que educa a los hijos no para “tener éxito” en el mundo (visión mundana), sino para ser santos.

Fuente: Entre varias fuentes, la principal para este artículo fue el libro “La santidad en las familias del mundo”, publicado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la vida, en 2022.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *