Esta es una pregunta bastante común. Para poder responderla, consideremos que todas las parejas que desean contraer matrimonio necesitan conocimiento sobre la naturaleza del Sacramento y discernimiento acerca de su vocación al mismo.
En este sentido, cabe señalar que no existe un documento específico para la preparación de parejas que ya conviven. El Sacramento del Matrimonio es uno solo, y la preparación debe ser igualmente una: es decir, debe abarcar los mismos contenidos.
San Juan Pablo II ya nos enseñaba que “esta catequesis renovada de TODOS los que se preparan al matrimonio cristiano es absolutamente necesaria” (FC, 66). No se trata de algo exclusivo para novios según la forma tradicional, sino para todos los “candidatos al matrimonio”. De este modo, la Iglesia busca asegurarse de que el “sí” pronunciado ante el altar sea fruto de una elección consciente, más en clave de compromiso vocacional que de simple regularización de una situación.
Además, mediante una preparación adecuada y bien estructurada, las parejas pueden adquirir nuevos conocimientos, revisar sus conceptos y prácticas de vida. Ninguna pareja, ni siquiera los agentes encargados de la preparación, posee tal grado de instrucción y experiencia que no tenga algo más que aprender.
El más reciente documento de la Santa Sede sobre la preparación para el matrimonio (Itinerarios Catecumenales para la Vida Matrimonial, ICVM, Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, 2022) refuerza la necesidad de acompañar a las parejas convivientes para un adecuado discernimiento:
“La experiencia pastoral en gran parte del mundo muestra ahora la presencia constante y generalizada de “nuevas solicitudes” de preparación al matrimonio sacramental por parte de parejas que ya viven juntas, han celebrado un matrimonio civil y tienen hijos. Tales peticiones ya no pueden ser eludidas por la Iglesia, ni pueden ser aplanadas dentro de caminos trazados para quienes vienen de un camino mínimo de fe; más bien, requieren formas de acompañamiento personalizado, o en pequeños grupos, orientadas a una maduración personal y de pareja hacia el matrimonio cristiano, a través del redescubrimiento de la fe a partir del bautismo y la comprensión gradual del significado del rito y del sacramento del matrimonio.” (n. 25).
Cuando presento tales consideraciones, es frecuente oír que la realidad de una pareja de novios difiere de aquella de quienes ya conviven, especialmente si llevan décadas juntos. Y es cierto que existen particularidades, pero estas deben ser atendidas desde una perspectiva pastoral, no mediante la omisión de contenidos formativos.
También se suele argumentar que una preparación prolongada podría desanimar a quienes desean regularizar su situación. No obstante, abreviar la formación no constituye una solución acertada. En este caso, simplificar no equivale a ayudar. Si llevan años juntos y si verdaderamente desean el Sacramento, dedicar algunos meses a prepararse no ha de representar obstáculo alguno.
Aquí se revela el papel fundamental del equipo pastoral: visitar a las parejas, dialogar con ellas y mostrar que un tiempo de discernimiento, con encuentros y reflexiones, lejos de ser una barrera, es un verdadero beneficio. La catequesis matrimonial es una gran oportunidad, un auténtico don que la Iglesia ofrece a los esposos para que reciban el Sacramento con plena conciencia. En otras palabras, también es misión de los agentes y catequistas animar a las parejas en este camino.
Sin embargo, desde una perspectiva pastoral, hago dos observaciones:
¿Sería necesario diferenciar los temas según los distintos perfiles de novios?
Los documentos de la Iglesia no establecen distinciones de contenido para las diversas situaciones de los novios, sino que señalan una formación mínima común para todos los que buscan recibir el sacramento. Por ejemplo, el documento Preparación al Sacramento del Matrimonio (1996) ya enumeraba los temas que deben tratarse con quienes se encaminan hacia el Matrimonio:
“Se habrá de instruir a los novios acerca de las exigencias naturales vinculadas a la relación interpersonal hombre-mujer en el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia: el conocimiento consciente de la libertad del consentimiento como fundamento de su unión, la unidad e indisolubilidad del matrimonio, la recta concepción de la paternidad-maternidad responsable, los aspectos humanos de la sexualidad conyugal, el acto conyugal con sus exigencias, finalidades y la sana educación de los hijos.” (PSM 35)
Por tanto, no se puede considerar, por ejemplo, que una pareja que ha superado la edad fértil no deba reflexionar sobre la paternidad responsable y los métodos naturales. Por el contrario, estos temas se cuentan entre los más necesarios, pues constituyen una de las áreas más sensibles y exigentes del compromiso asumido en el Matrimonio. Tanto es así que el más reciente documento de la Iglesia sobre la preparación matrimonial, Itinerarios Catecumenales para la Vida Matrimonial (2022), reafirma la necesidad de abordarlos en la llamada Preparación Próxima, es decir, aquella etapa que comprende la Catequesis Matrimonial para todos los que se disponen a recibir el sacramento:
“Hay también muchos otros aspectos vinculados a la realidad humana de la persona y de la pareja que deben ser debidamente explorados: la dinámica humana de la sexualidad conyugal, la concepción correcta de la paternidad-maternidad responsable y la educación de los hijos. Las catequesis y las enseñanzas cristianas ayudarán a consolidar el conocimiento de la verdad relacionada con el matrimonio y la formación de la conciencia personal. En esta etapa, será valioso valorizar la experiencia de los cónyuges que ya tienen varios años de matrimonio a sus espaldas.” (ICVM, n. 53)
Aprovechando la última recomendación añado que, si es posible, se aconseja que las parejas de más edad sean acompañadas por agentes pastorales de edad similar, según la disponibilidad del equipo. Este aspecto permite abordajes diferenciados en algunos temas. Gracias a su experiencia, los matrimonios catequistas pueden emplear estrategias adecuadas, tratar ciertos temas de modo más sintético cuando perciben que la pareja ya posee ese conocimiento, o bien profundizar cuando lo consideren necesario. Se trata de una cuestión de experiencia pastoral, pero nunca debemos omitir ningún contenido entre aquellos que la Iglesia propone como fundamentales.
No se trata solamente de “casarse”, sino de acceder a la riqueza de la doctrina de la Iglesia, que es esencial para la formación católica y, además, constituye un verdadero derecho de los esposos. Más aún: este conocimiento podrá ser transmitido a hijos, nietos, amigos, o incluso motivar a los propios esposos a convertirse en agentes pastorales, donde dicha doctrina se vuelve aún más imprescindible.
¿Un curso especial para las parejas que ya conviven?
No hay razón para establecer grupos distintos o estructuras paralelas de preparación al Matrimonio. Si todos necesitan preparación y los contenidos son comunes, separar a los que se preparan según su situación de vida podría ser interpretado como una forma de segregación. Además, esa fragmentación llevaría a una proliferación interminable de estructuras: primero, tendríamos que separar a quienes cohabitan de quienes no lo hacen; luego, a quienes tienen hijos de quienes no los tienen; después, a los que tienen hijos pequeños de los que tienen hijos adultos, y así sucesivamente.
Contrariamente, existen valiosas razones por las que todos deberían participar juntos, como la riqueza que brota del compartir comunitario. En ciertos temas, las parejas que ya conviven desde hace años pueden ofrecer su experiencia a los más jóvenes, como en lo referente a la educación de los hijos o la administración del hogar. A su vez, los más jóvenes que viven la castidad, pueden dar testimonio de que ello no es una utopía, sino una posibilidad real.
Por ello, todas las parejas que deseen contraer el sacramento del Matrimonio, sin importar su historia o el tiempo de convivencia, pueden ser encaminadas al equipo parroquial de catequesis matrimonial (generalmente el Sector Prematrimonial de la Pastoral Familiar) para participar en los encuentros de preparación para la vida matrimonial. En dichos encuentros, preferiblemente en grupos pequeños y con frecuencia regular, serán acompañados teniendo en cuenta sus realidades concretas.
¿Es necesaria también la catequesis matrimonial para los matrimonios comunitarios y las legitimaciones?
Antes de responder, es preciso atender cuidadosamente a las definiciones exactas de los términos que estamos utilizando.
Los “matrimonios comunitarios” (o colectivos) son aquellos que se celebran con varias parejas en una única ceremonia. La gran mayoría de quienes se casan de esta forma son parejas con limitaciones económicas, pero también puede tratarse de quienes, con el paso de los años, se han acostumbrado a su situación y han necesitado un pequeño estímulo por parte de alguien que les ayude en los preparativos. De este modo la diócesis, la parroquia o grupos como la pastoral familiar facilitan la celebración del Matrimonio, asumiendo la responsabilidad del proceso canónico y de la organización estructural: decoración del templo, música, entre otros. Los costos para los contrayentes son mínimos, o incluso inexistentes. En algunos casos, y mediante comprobación de la incapacidad de pago, se puede eximir también del pago de los aranceles civiles correspondientes (registro ante el Estado).
Los matrimonios comunitarios responden a un problema presente en nuestra sociedad, que vincula la celebración del sacramento del Matrimonio con el dinero. En realidad, no es necesario poseer bienes materiales para contraer matrimonio. Además de los matrimonios comunitarios, el sacramento puede celebrarse en presencia del ministro asistente (sacerdote, diácono o incluso un laico debidamente autorizado, llamado testigo calificado), y de dos testigos. Incluso puede celebrarse en el contexto de una Misa comunitaria, aun en días de semana.
No deseo restar valor a este momento sagrado. Sé que contraer matrimonio es una gran fiesta, porque se trata de un sí a la vocación, un sí que transforma toda la vida. Es algo grandioso y, siempre que sea posible, debe celebrarse con alegría y en compañía de muchos seres queridos. Pero dicha solemnidad no es una condición indispensable para casarse. No se debe posponer indefinidamente el matrimonio en espera de las condiciones económicas que permitan realizar “el sueño” de una boda idealizada.
Desde esta perspectiva, considero que organizar un matrimonio comunitario constituye una gran obra de caridad. Es, en verdad, un noble apostolado colaborar para que las parejas se unan en santo Matrimonio y se les ofrezca la posibilidad de retornar al estado de gracia.
Otro término muy utilizado en Brasil es “legitimación”. Se emplea también para designar el matrimonio de parejas que conviven (es decir, que cohabitan) desde hace años, estén o no casadas civilmente. Estas parejas pueden optar por un matrimonio privado o por uno comunitario. Sin embargo, el uso de este término me genera inquietud, pues puede conducir a dos conclusiones equívocas. La primera es pensar que el solo hecho de haber convivido durante años bastaría para demostrar que la pareja está preparada para contraer matrimonio, es decir, para “legitimarlo”. La segunda es suponer que, al considerarse preparados, no necesitan ninguna forma de, valga la redundancia, preparación. Ambas suposiciones son peligrosas, ya que generalizan situaciones particulares y desestiman el verdadero objetivo de la preparación matrimonial, que es el discernimiento vocacional.
¿Estará verdaderamente preparada para casarse una pareja que ha convivido durante años? ¿Cómo fueron esos años de convivencia? ¿Saben qué es el Matrimonio? ¿Comprenden el significado de ser una sola carne? ¿Entienden la dimensión sacramental del vínculo? ¿Conocen las promesas que harán y están dispuestos a vivirlas? Estas y muchas otras preguntas podrían y deberían plantearse.
Por ello, me resulta tan preocupante hablar de “matrimonios de legitimación”, como también lo es la tendencia a simplificar la catequesis matrimonial para quienes participan en bodas comunitarias. No puede haber diferencias en la preparación, pues el sacramento del Matrimonio es uno solo, las promesas son las mismas y el conocimiento requerido también.
Cuando reflexiono sobre el caso de parejas que han convivido por largos años, veo que el camino adecuado es un proceso particular de acompañamiento y discernimiento. Tal como he mencionado en el artículo anterior, la catequesis matrimonial es necesaria para todos los “candidatos al matrimonio”.
De este modo, la Iglesia procura asegurarse de que el sí pronunciado ante el altar sea fruto de una decisión consciente, vivida más como respuesta vocacional que como mera regularización de una situación. Mediante una preparación bien estructurada, los contrayentes pueden adquirir nuevos conocimientos, revisar convicciones y replantearse ciertas prácticas de vida.
Aquí se hace especialmente valiosa la experiencia de los matrimonios agentes (catequistas) quienes sabrán discernir las mejores estrategias para acompañar a parejas de más edad. Es posible que ciertos temas se aborden de forma más ligera o se asignen como lecturas y conversaciones privadas para tratar luego con el catequista. Es un trabajo artesanal, basado en la realidad de cada pareja. Pero no es un beneficio, ni mucho menos pastoral, el crear programas abreviados, encuentros de tipo conferencial u omitir algunos de los contenidos fundamentales que la Iglesia nos recomienda. Proceder así sería privar a los futuros esposos de aquello que realmente necesitan para vivir un Matrimonio consciente, e incluso podría llevarles a desistir de casarse al considerar excesivas las exigencias, lo cual, paradójicamente, también es un fruto legítimo de la catequesis matrimonial.
Veo con buenos ojos todo esfuerzo de los equipos pastorales que se dedican a buscar y animar a las parejas en situación de convivencia a considerar la posibilidad del matrimonio. ¡Es una labor necesaria! Pero esta invitación ha de ser orientada al conocimiento y al discernimiento, con tiempo y serenidad, a lo largo de varios meses. Las comunidades parroquiales, en colaboración activa y armoniosa con las diversas pastorales, pueden identificar a estas parejas y ofrecerles catequesis matrimonial, encuentros de formación y espacios de discernimiento. Para ellos, el Matrimonio puede convertirse en fruto de un camino de reflexión. Lo que no debería suceder es ofrecer una boda con fecha ya definida, a la cual las parejas simplemente se inscriben y participan (cuando lo hacen) con unas cuantas conferencias.
Libro Matrimonio: Encuentros de preparación
En respuesta a esta necesidad, Pius Editorial ofrece el libro Matrimonio – Encuentros de Preparación, una obra fiel a las directrices de la Iglesia y estructurada conforme al enfoque catecumenal propuesto por el Magisterio. Con 12 sesiones temáticas y actividades prácticas, este material ha sido implementado ya en decenas de diócesis, sirviendo como instrumento completo para la formación de parejas.
Si eres agente pastoral, sacerdote o líder en tu diócesis, te invitamos a conocer este recurso que puede transformar la preparación al matrimonio en tu parroquia.